lunes, 16 de febrero de 2009

Todo está en el ojo del que mira



Todo está en el ojo del que mira

Según parece, andaba el pintor Toulouse Lautrec, el gran pintor de la noche parisiense de finales del siglo XIX, exponiendo sus cuadros, cuando una puritana señora puso por delante de lo que veía sus prejuicios. En este caso, la señorita ligera de ropa que representaba la obra fue clasificada como "poco respetable". Escuchando el artista tales escandalizadas afirmaciones, explicó su trabajo a la crítica señora, suponemos que visiblemente molesto.

Explicó que la señorita del cuadro, en ropa interior, se estaba vistiendo y que el hombre que estaba con ella no era otro que su marido. Reprobó Lautrec a la "digna señora" su interpretación del cuadro, afirmando que la inmoralidad estaba en sus ojos. Lo que les comentaba, que cada uno ve lo quiere, o lo que puede, según sus creencias.

Por supuesto, esto de ver cada uno lo que quiere a veces juega a favor del artista y a veces en contra. Y lo mismo para el que contempla. Donde unos ven una maravillosa obra, centrándose, por ejemplo, en la técnica, otros ven un pedazo de historia, y otros ven una dama ligera de ropa. Posiblemente sean estos últimos los que miran con más interés.

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