lunes, 13 de abril de 2009

La soprano

“Cuando cantaba, la gente, de repente, me quería” decía Maria Callas, la Soprano del siglo, la Divina. Un mito.

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Lo que significó Enrico Caruso para la voz grabada en sus primeros tiempos, lo fue Maria Callas para el renacimiento de la voz femenina en drama. Pero ¿Cómo era la voz de esta mujer? Para muchos la “fealdad” de su timbre, según los cánones de belleza de la época, fue su mayor virtud. Marcó para siempre la diferencia, rompió todos los mitos y abrió la puerta para la ópera de nuestros días. Una voz inmortal en una gran artista que creó un nuevo estilo: la actriz cantante, la soprano “sfogato”.

Maria Anna Cecilia Sophia Kalogeropoulos nació en Nueva York el 2 de Diciembre de 1923. Era hija de inmigrantes griegos y dicen que cuando su madre escuchó el desafinado estreno de su hija, la rechazó para siempre. No se parecía en nada a su hermosa hermana, que tocaba bien el piano y era la preferida de todos. María era obesa y muy poco femenina. Sus complejos físicos, acentuados por los insultos de la madre, la convirtieron en una niña triste que buscó toda su vida cubrir la falta de amor.

Cuando regresó con su familia a Grecia en 1937, María comenzó a estudiar en el Conservatorio de Atenas y en 1941 hizo su primera presentación en la Ópera de Atenas con la obra “Tosca” de Puccini. En esa década Callas recorrió el mundo tratando de hacerse un lugar y las críticas la despedazaron en muchos casos.

Se casó con un hombre treinta años mayor, Giovanni Meneghini, “Lo elegí como a un padre” reconocería ella años más tarde. Y mientras comenzaba a ser reconocida como una de las grandes, también trascendían sus aventuras amorosas, incluso con el director de ópera italiano, Luchino Visconti.

A los treinta años y en menos de un año, María Callas consiguió transformar su figura de 110 kilos en una elegante sílfide de 53 kilos, midiendo 1,75. Fue en esos momentos cuando La Soprano comenzó a perder parte de los complejos heredados de la infancia.
Durante su gira por los Estados Unidos cultivó una excelente relación con el mundo gay, entre los que tenía cientos de admiradores. El “muy bello” tenor italiano Franco Corelli, convirtió el matrimonio de Callas es un asunto de tres, e incluso cuatro si sumamos a Visconti. La diva decía que sus amantes “Están más interesados entre ellos que en mí” y por su lado Meneghini, a sabiendas de lo que ocurría, se limitaba a darle lo único que su esposa ya no necesitaba: regalos y dinero.

En mayo de 1959 un poderoso hombre realizó la llamada telefónica que cambiaría para siempre la vida de Maria Callas: Aristóteles Onassis

Allí comenzaría la tortuosa relación sentimental, la verdadera tragedia griega de Maria Callas, que la prensa de la época difundió exhaustivamente, y también la decadencia de su voz.

La Soprano no tardó en ser otro juguete para Onassis, pero ella lo amó.

Cuando Aristóteles se casó con Jackie Kennedy, María se perdió en tranquilizantes, antidepresivos y lágrimas y con todo volvió a cantar a finales de los sesenta.
Pero la muerte del magnate en 1975 la quebró para siempre “Yo soy su viuda” dijo y dos años después, el 16 de setiembre de 1977 en París, el corazón de Maria Callas se detenía.

El telón vital había caído para la voz trágica más impresionante de todos los tiempos.

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